sábado, 27 de abril de 2013

Reflexion 2013

Es cuestionante que el quehacer en el ámbito ciudadano mas conglomerado de la sociedad su quehacer, haya sido judilizado cuando su objetivo final era la formación de los-as nuecas ciudadanos-as.

hoy se ve avocada a los chivos expiatorios para poder culminar sus procesos de orientacion o corrección; que por supuesto impiden el ejercicio exito de la transmision  de los valores culturales y civicos que permitan el desempeño de un rol social en bien de  los escenarios que se deben habitar para la existencia.

Educar 2013

Educar, tarea ardua, es lo mismo
que poner motor a una barca:
Medir, pesar, equilibrar y... todo en marcha...
Más tendrás que sembrar en tu alma
un poco de la aventura del marino,
del sentimiento del poeta,
de la dureza del pirata...
Sobre todo, bien pesados,
muchos kilos de paciencia concentrada.

Y soñar... Soñar que mientras trabajas
ciento de barcas y navíos con su vela desplegada
pondrán rumbos hacia otros puertos,
hacia otras islas lejanas
y llevarán sus cubiertas y bodegas
repletas de tu carga.

Ser maestro, ardua tarea, es descansar
con la mirada perdida en lontananza,
viendo partir nuevos barcos
con tu bandera alta, visible
y bien enarbolada...


Gabriel Celaya

Dia del Maestro 2013

Autor José Luis MartínDescalzo

Un pequeño cuento que nos enseña lo fundamental de educar. No se trata de añadir sino de hacer salir todo lo bueno que cada uno tenemos dentro. Cada uno es diferente y no debemos ser copia de nadie.


Cuentan que un pequeño, vecino de un gran taller de escultura, entró un día en el estudio del escultor y vio en él un gigantesco bloque de piedra. Y que, dos meses después, al regresar, encontró en su lugar una preciosa estatua ecuestre. Y, volviéndose al escultor, le preguntó: «¿Y cómo sabías tú que dentro de aquel bloque había un caballo?».

La frase del pequeño era bastante más que una «gracia» infantil. Porque la verdad es que el caballo estaba, en realidad, ya dentro de aquel bloque. Y que la capacidad artística del escultor consistió precisamente en eso: en saber ver el caballo que había dentro, en irle quitando al bloque de piedra todo cuanto le sobraba.

El escultor no trabajó añadiendo trozos de caballo al bloque de piedra, sino liberando a la piedra de todo lo que le impedía mostrar al caballo ideal que tenía en su interior. El artista supo «ver» dentro lo que nadie veía. Ese fue su arte.

Pienso todo esto al comprender que con la educación de los humanos pasa algo muy parecido. ¿Han pensado ustedes alguna vez que la palabra «educar» viene del latín «edúcere», que quiere decir exactamente: sacar de dentro? ¿Han pensado que la verdadera genialidad del educador no consiste en «añadirle» al niño las cosas que le faltan, sino en descubrir lo que cada pequeño tiene ya dentro al nacer y saber sacarlo a luz?

Me parece que muchos padres y educadores se equivocan cuando luchan para que sus hijos se parezcan a ellos o a su ideal educativo humano. Padres que quieren que sus hijos se parezcan a Napoleón, a Alejandro Magno o al banquero que triunfó en la vida entre sus compañeros de clase.

Pero es que su hijo no debe parecerse a Napoleón ni a nadie. Su hijo debe ser, ante todo, fiel a sí mismo. Lo que tiene que realizar no es lo que haya hecho el vecino, por estupendo que sea. Tiene que realizarse a sí mismo y realizarse al máximo. Tiene que sacar de dentro de su alma la persona que ya es, lo mismo que del bloque de piedra sale el caballo ideal que dentro había.

Ser hombre no es copiar nada de fuera. No es ir añadiendo virtudes que son magníficas, pero que tal vez son de otros. Ser hombre es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada humano lleva ya dentro de sí. El educador no trabaja como pintor, añadiendo colores o formas. Trabaja como el escultor: quitando todos los trozos informes del bloque de la vida y que impiden que el hombre muestre su alma entera tal y como ella es.

Y los muchachos tienen razón cuando se rebelan contra quienes quieren imponerles módulos exteriores. Aunque no la tienen cuando se entregan, no a lo mejor de sí mismos, sino a su comodidad y a su pereza, que es precisamente el trozo de bloque que les impide mostrar lo mejor de sí mismos. Un buen padre, un buen educador es el que sabe ver la escultura maravillosa que cada uno tiene, revestida tal vez por toneladas de vulgaridad. Quitar esa vulgaridad a martillazos -quizá muy dolorosos- es la verdadera obra del genio creador.